Este lunes, durante la Misa matutina en la Casa
Santa Marta, el Papa Francisco invitó a los fieles a pedir a la viuda que donó
sus dos únicas monedas al templo “que nos enseñe” a ser una Iglesia humilde y pobre,
que da todo lo que tiene y no se guarda nada, para así ser fiel a Cristo y
brillar con su luz.
El Papa señaló que en el episodio de la
viuda –que da sus dos monedas–, y los ricos que arrojan gruesas monedas
–haciendo ver que para ellos eran superfluas–, hay dos tendencias siempre
presentes en la historia de la Iglesia. La Iglesia tentada por la vanidad y la
“Iglesia pobre” que “no debe tener otras riquezas que su Esposo”, como la
humilde mujer del templo.
“Me gusta ver en esta figura a la Iglesia
que es en cierto modo un poco viuda, porque espera a su Esposo que regresará…
Pero tiene a su Esposo en la Eucaristía, en la Palabra de Dios, en los pobres,
sí: pero espera que regrese, ¿no? Esta actitud de la Iglesia… Esta viuda no era
importante, el nombre de esta viuda no aparecía en los diarios. Nadie la
conocía. No tenía títulos… nada. Nada. No brillaba con luz propia. Es esto que
me hace ver en esta mujer la figura de la Iglesia”, afirmó.
Francisco dijo entonces que “la gran
virtud de la Iglesia debe ser no brillar con luz propia, sino brillar de la luz
que viene de su Esposo. Que viene propio de su Esposo. Y en los siglos, cuando
la Iglesia ha querido tener luz propia, se ha equivocado”.
“Es verdad que algunas veces el Señor
puede pedir a su Iglesia tener, tomar un poco de luz propia”, pero eso se
entiende, explicó el Papa, si la misión de la Iglesia es iluminar a la
humanidad, la luz que viene donada debe ser únicamente aquella recibida de
Cristo en actitud de humildad.
“Todos los servicios que nosotros hacemos
en la Iglesia son para ayudarnos en esto, para recibir aquella luz. Y un
servicio sin esta luz no está bien: hace que la Iglesia se vuelva o rica, o
potente, o que busca el poder, o que se equivoque de camino, como ha sucedido
tantas veces en la historia y como sucede en nuestras vidas, cuando nosotros
queremos tener otra luz, que no es precisamente aquella del Señor: una luz
propia”, señaló.
En ese sentido, aseguró que cuando la
Iglesia “es fiel a la esperanza y a su esposo, es feliz de recibir la luz de
Él, de ser en este sentido ‘viuda’, en espera, como la luna, del ‘sol que
vendrá’”.
“Cuando la Iglesia es humilde, cuando la
Iglesia es pobre, también cuando la Iglesia confiesa sus miserias –pues todos
las tenemos– la Iglesia es fiel. La Iglesia dice: ‘¡Pero, yo soy oscura, pero
la luz me viene de ahí!’ y esto nos hace tanto bien”.
“Pero oremos a esta viuda que está en
el Cielo, seguramente, oremos a esta viuda que nos
enseñe a ser Iglesia así, dando de la vida todo lo que
tenemos: nada para nosotros. Todo para el Señor y para el prójimo. Humildes.
Sin vanagloriarnos de tener luz propia, buscando siempre la luz que viene del
Señor. Así
sea”, concluyó.
Fuente: ACIPRENSA
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